o importa si las noticias del sector minorista son engañosas, si para algunos las ventas agotadas son motivo de preocupación; los rostros cansados habrán recibido un rejuvenecimiento con luz ultravioleta, se les estrecharán las manos, se les darán palmaditas en la espalda, los secretos se guardarán. Por una vez, tenemos la impresión de estar «en el centro del universo», así que ¿para qué arruinarlo todo?
Pero todo el mundo lo sabe: el petróleo está en el centro del universo, las tierras raras están en el centro del universo, los productos químicos están en el centro del universo. ¿Pero los relojes? ¿Cuánto pesan los relojes en la balanza global? ¿Y si mañana la gente dejara de usar relojes? ¿Qué diferencia habría? Ninguna. O muy poca.
La relojería es vulnerable, dependiente, expuesta a la incertidumbre geopolítica y a las consiguientes fluctuaciones económicas sobre las que no tiene control. Brilla, pero a veces, en sus pesadillas, teme acabar brillando en el vacío.
Es un poco como la poesía. Si la poesía desapareciera, ¿a alguien le importaría realmente? ¿Y si la música se desvaneciera? Si se me permite una comparación: la relojería es poesía. Y a veces incluso música. Superflua, pero esencial.
Como a muchos, me impactó una imagen en los medios. La de Mark Zuckerberg, quien es el centro del universo, en su nueva versión desgarrada y post-glow-up, anunciando su lealtad a Trump. Luciendo el Greubel Forsey Hand Made 1. Un reloj que no podría estar más alejado de la tecnología que le dio la fortuna a Zuck. ¿Acaso se dedicaba a la poesía sin darse cuenta?
No lo sé. Lo que sí sé es que era plenamente consciente del considerable peso económico del objeto artesanal, totalmente hecho a mano, que llevaba en la muñeca. En realidad, era menos un reloj para saber la hora y más una joya, y ahí es quizás donde la joyería y la relojería se separan. Cuando la relojería atraviesa dificultades económicas, la joyería parece capear cualquier tormenta, aparentemente indiferente al mundo que la rodea.
La joyería ha existido desde la protohistoria, quizás desde la prehistoria. Expresa la necesidad fundamental de la humanidad de adornarse, de sentirse bella y valiosa. Desde tiempos inmemoriales, la joyería también ha sido un símbolo social, una indicación del rango de quien la lleva. Al lucir su Hand Made 1, con su precio de casi un millón de dólares, Zuckerberg, quizá sin querer, estaba haciendo poesía; también estaba afirmando su primacía y, por un breve instante, devolviendo a la relojería al centro del universo.