omo señala Karl-Friedrich Scheufele, presidente de Chopard, en la entrevista que nos concedió junto a su hijo para la serie Generaciones que comienza en este número, las empresas familiares no son tan inusuales como podríamos pensar, como pintorescos recuerdos de una época pasada. Al contrario. Si bien es cierto que hay menos familias al frente de las operaciones diarias, algunos de los grupos y empresas más grandes del mundo siguen en manos familiares, especialmente en las industrias tradicionales del lujo y la relojería.
Pensemos, entre otros, en los Arnault, los Rupert, los Hayek y los Stern; estos últimos captaron el tema de las generaciones mejor que nadie en lo que sigue siendo una de las campañas publicitarias de relojes más icónicas de la historia.
Incluso la mayor corporación del mundo, Estados Unidos, está gobernada por una familia. Los Trump son los últimos de una larga lista de dinastías, como los Roosevelt, los Kennedy y los Bush. En este siglo XXI, tan crítico con los bebés nepo, ¿seguimos viviendo bajo el dominio familiar?
Perdonen este reflejo tan humano. Para quienes no nos ganamos un lugar en la historia, lo único que quedará de nosotros, personalmente, por toda la eternidad —quizás— será el ADN que seguiremos difundiendo, pues solo somos pequeños puntos en el universo, pequeños eslabones en la inmensa cadena evolutiva.
El tiempo biológico, el reloj que habitamos temporalmente, ofrece así una perspectiva que se extiende más allá de nuestra finitud. En el ocaso de nuestra vida, cuando nuestras riquezas terrenales sean muy escasas, nuestra última visión quizá sea la de la infancia, la de un ciclo sin fin. ¿Será también por eso que nos aferramos a la memoria de nuestros antepasados y valoramos más un reloj que ha “vivido”, aunque la hora que marque sea la misma que en cualquier otro lugar?
Como uno de los pocos, incluso el único, medio de comunicación relojero que ha contado con varias generaciones de editores de la misma familia (cuatro desde 1927), pudimos ofrecer a nuestros amigos relojeros la experiencia original de una entrevista con representantes de varias generaciones alrededor de la mesa. Para los mayores, fue una oportunidad para recordar experiencias compartidas de los últimos treinta años; para los más jóvenes, una oportunidad para comentar los cambios que se están produciendo ahora… cuando jóvenes y mayores no participaban en debates intergeneracionales. Un ejercicio, pues, sin importar el tiempo ni la edad, con un único valor fundamental: la continuidad y la sucesión. ¡Lo único que podemos esperar dejar!
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