artier nunca es más fiel a sí misma que cuando afirma su singularidad a través de la diversidad de sus creaciones. Lou Doillon, la encarnación de la elegancia francesa, también comparte este talento por la versatilidad y la coherencia. Escritora, ilustradora, música, actriz y modelo, esta artista polifacética es única en su género.

La singularidad de Doillon resuena en Baignoire, el reloj para el que Cartier ha imaginado un número infinito de posibilidades. Con su icónica forma ovalada y su capacidad de reinventarse, es la elección perfecta para el día o la noche, para el día a día o para una ocasión especial. Desde hace un año, juega con el equilibrio y las proporciones, al igual que la versión brazalete, que se mantiene fiel a sí misma al tiempo que transforma los códigos.

Hoy, Cartier presenta cuatro nuevas versiones.

El primero, una versión mini, revela una esfera lacada en negro, ciruela o bronce, rodeada por la emblemática cinta dorada del reloj. Con su correa de piel monocromática, destila una elegancia absoluta.

La segunda versión exagera el tamaño del brazalete Baignoire mini en oro amarillo, transponiendo sus códigos en una versión generosa, opulenta y voluptuosa.

Su preciosidad se magnifica con una versión del brazalete en oro rosa y un bisel pavé de una hilera de diamantes. Los joyeros eligieron un engaste triangular para respetar la pureza de la curva de la caja.

Por último, representando el culmen del refinamiento, un Baignoire aún más joyero presenta una esfera de nácar en el centro de su bisel pavé de oro amarillo, con un efecto ligeramente abombado que añade profundidad y textura.

La historia de este gran clásico de la relojería de Cartier cuenta la historia de su capacidad de evolución. Fruto de una larga reflexión sobre la forma de la relojería, el Baignoire, presentado a partir de 1973, muestra sus detalles característicos: un cristal en forma de cúpula, una esfera con números romanos y un bisel dorado liso.

Con el reloj Baignoire, la distinción entre las dos profesiones principales de Cartier desaparece y la relojería se convierte en joyería. Esta suave ambigüedad se confirma al asociar el reloj con otros iconos de la Maison, como las pulseras Juste un Clou y Love, de día o de noche.